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Los efectos secundarios de los incentivos al coche eléctrico


Los beneficios fiscales son los principales incentivos que se están aplicando para favorecer la adopción de vehículos eléctricos y combustibles alternativos en la industria del automóvil.

Instituciones como la Agencia de Protección Ambiental y la Administración Nacional de Seguridad Vial son responsables de la elaboración de las normas sobre eficiencia energética vigentes, como el estándar CAFE (Corporate Average Fuel Efficiency). Un estudio del investigador Jeremy Michalek sugiere que estas políticas, en realidad, estarían produciendo el efecto contrario: aumentar las emisiones de CO2 y el consumo de combustible.

El estándar CAFE, por ejemplo, se elabora con una fórmula que tiene en cuenta la huella de cada modelo fabricado por las compañías. A los coches más grandes se les permite ser menos eficientes que a los modelos más pequeños. Así, el límite de emisiones de una marca se calcula a partir de un promedio del consumo de combustible de todos los vehículos que produce. La EPA, por otro lado, tiene otro conjunto de normas que regulan las emisiones de gases de efecto invernadero de los coches nuevos. No cumplir con estos objetivos supone una multa que ronda los 5 euros por 0.1mpg (miles por galón).

No obstante, los análisis de la normativa, incluído el último estudio publicado en la revista Environmental Science and Technology, han señalado que la política de incentivos podría tener un efecto secundario no deseado. Como los límites impuestos en estos estándares se calculan con una ponderación entre las emisiones de todos los modelos de una marca, cuantos más vehículos eléctricos y vehículos que funcionan a base de combustibles alternativos se venden, más contaminantes pueden ser el resto.

El investigador Jeremy Michalek calculó, junto a varios de sus colegas de la Universidad Carnegie Mellon, que los efectos secundarios de la política de incentivos desde 2010 a 2025 se pueden cuantificar entre 30 y 70 millones de toneladas de gases de efecto invernadero liberados a la atmósfera. Para llegar hasta estas conclusiones se basaron en los datos de la Agencia de Información de Energía.

Estos números equivalen a que las normas vigentes sobre emisiones se reduzcan entre un 0,8 y un 1,5 por ciento. Y no solo eso, también implica un uso extra de combustible. El cálculo estima que durante este período (2010 y 2025) se habrían consumido entre 11.000 millones y 30.000 millones de litros de gasolina de más.

Por otra parte, la situación de EEUU respecto a este conjunto de estándares es, si cabe, más delicada que en otras partes del mundo. Las diferencias legales y económicas entre regiones están concentrando los vehículos más limpios y eficientes en algunas áreas como California y, en cambio, otros estados muestran total desinterés por la contaminación y las emisiones.

La alternativa a la política de incentivos es, según los expertos, aplicar un impuesto a la gasolina que refleje los efectos externos de los combustibles fósiles. Con todo, la actual composición del Congreso de los Estados Unidos no parece especialmente sensible con la causa pero, como dice Michalek, es posible que las normas se corrijan a corto plazo para que sean más justas y eficaces.

Fuente: Juan Carballo para Computer Hoy


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