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¡Pero si resulta que ir masivamente a renovables abarataría un 42% la luz!


Hablamos no sólo de que la generación eléctrica sea 100% renovable, sino de reducir drásticamente las emisiones en el resto de sectores energéticos.

Hay quien piensa que el compromiso alcanzado en diciembre en París por cerca de 200 países de prácticamente descarbonizar (no emitir a la atmósfera gases de efectos invernadero o capturar tantos como se emitan) la economía en 2050 es utópica. Los menos argumentan que las tecnologías renovables aún no están técnicamente desarrolladas para sustituir a la generación de energía a partir de la quema de combustibles fósiles, principal causante del problema. Los más, que el problema es económico.

En esto estábamos cuando ha llegado la consultora Monitor Deloitte, nada sospechosa de defender irracionalmente las renovables, y nos ha agraciado con un informe exhaustivo sobre las posibilidades que tiene España de cumplir con el objetivo europeo de reducir entre un 80 y 95% sus emisiones contaminantes con demoledoras conclusiones.

La más importante de ellas: no sólo es posible alcanzar la meta con las tecnologías que son maduras hoy en día, sino que, además, únicamente contando con ellas el precio de la luz en España se rebajaría nada menos que un 42% lo que supondría una notable mejora económica para un país que se gasta la friolera de 34.000 millones de euros anuales en importar productos petrolíferos.

Hablamos no sólo de que la generación eléctrica sea 100% renovable (actualmente llega a un 40%, aproximadamente), sino de reducir drásticamente las emisiones en el resto de sectores energéticos (transporte, industria, edificios…). Esto último se logra, en primer lugar, aumentando la eficiencia energética, esto es, consumiendo menos para hacer lo mismo; en segundo, electrificando la demanda, es decir, cambiando vehículos de combustión por eléctricos, incrementando el transporte de mercancías por ferrocarril… También a través del uso de renovables no eléctricas (por ejemplo, biomasa o geotermia para calefacción o refrigeración) y, en último caso, sustituyendo petróleo y carbón por gas natural en aquellos usos de mayor dificultad de penetración renovable (por ejemplo, en aviación).

El estudio da como indiscutibles escenarios que algunos venimos defendiendo desde hace tiempo; pero que resultan sorprendentes para la mayoría de la población, tales como que “con una gestión adecuada, toda la nueva capacidad de generación que se construya en España desde ahora debería ser renovable salvo en determinados escenarios de crecimiento de la demanda o cuando no haya sido posible implementar a tiempo otras fuentes de energía (por ejemplo, interconexiones, bombeos).”

Igualmente calcula que, con las subvenciones actualmente en vigor, un vehículo eléctrico cuesta ya lo mismo que uno de gasoil. Eso sí, consume tres veces menos energía y no tiene problemas de fraudes en el control de emisiones contaminantes. De hecho, estima que la mitad de las ventas de vehículos ligeros en 15 años corresponderá a eléctricos, llegando a la totalidad en 2050.

Es aquí donde los resultados del informe me hacen pensar que ha sido financiado (y me temo que influenciado) por las eléctricas. Veamos, para la implantación masiva del vehículo eléctrico es necesaria una reducción del coste de las baterías. Algo que, por suerte, se está produciendo a pasos agigantados y que, todo apunta, se culminará en menos de 6 años. Pero si lo hace, no será sólo en beneficio de la movilidad. La misma tecnología servirá para paliar el gran “defecto” que se achaca ahora a las renovables. Solar y eólica ya no son caras (a la vista está), sino “no gestionables”, esto es, no siempre hace sol o viento cuando queremos encender la luz. Con baterías este problema desaparece.

Lo curioso del estudio es que dedica gran parte del mismo a dibujar un hito intermedio, en 2030, hasta llegar al cual defiende que hay que evitar el “cierre anticipado” de las centrales de generación eléctrica actuales, lo que incluye, entre otros, el alargamiento de la vida útil de las nucleares hasta 60 años (actualmente está previsto en 40).

La contradicción es clara: ¿por qué para los coches eléctricos —esto es, más negocio para las eléctricas— las baterías estarán disponibles en 15 años y no lo estarán para otorgar firmeza a la producción solar y eólica?

Los autores salvan la situación argumentando que hay una gran incertidumbre sobre tecnologías y costes futuros del almacenamiento y que, aunque el respaldo de las renovables “probablemente” se cubrirá con éste, “se supone que aquella tecnología que se instale tendrá un coste competitivo frente a las soluciones actuales (estimado, a efectos del estudio, en el coste actual de una tecnología convencional de gas natural).” En otras palabras, utilizan el gas de respaldo como peor opción; pero segura.

En fin, que estamos claramente ante un escenario de cambio radical de modelo energético que, además de menos contaminante, será más barato. Nos queda sólo ponernos de acuerdo en la transición. Y ésta no va a durar más de 15 años.

Fuente: Jorge Morales de Labra


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